domingo, 20 de marzo de 2016

Homosexualidad: Misión de Vida no comprendida.

Mucho se ha escrito y se ha dicho sobre la homosexualidad, persistiendo hoy día las dos posiciones más comunes ante este fenómeno: la aceptación o el rechazo.
Cabe señalar que ambas posturas no alcanzan un punto de consenso, que dé luces sobre el porqué de un fenómeno tan particular para la sociedad, el cual data desde la antigüedad hasta el presente.
La aceptación de la homosexualidad en la sociedad actual representa el camino de menor resistencia, ante un fenómeno social que no ha podido ser entendido con la claridad necesaria, mientras el rechazo representa la fosilización del pensamiento originado, a veces, por el dogmatismo religioso y los prejuicios que este conlleva.
Los homosexuales no son, como algunos de ellos mismos suelen definirse, ni un error de Dios ni de la naturaleza, que encerraron a una mujer en el cuerpo de un hombre o a un hombre en el cuerpo de una mujer. Ni tampoco son un fenómeno anti natura como los dogmas religiosos quieren hacerlos lucir. Nada más alejado de la realidad.
Para poder comprender que tal error no existe, tenemos que echar una mirada hacia el pasado y ver como se ha desarrollado la relación hombre-mujer a través de la historia de la Humanidad. Y el primer conflicto en dicha relación, podríamos decir que se remonta a la muy parcial interpretación que algunos han hecho sobre el Libro del Génesis 3:6-13 de la Biblia, que pone sobre los hombros de la mujer la responsabilidad del mal llamado “pecado original”.
Casi a partir de este punto, la relación hombre-mujer entró en una fase de competencia y lucha constante, a ver quién se impone a quién, o cuál de los dos es el mejor, alejándose de esta manera uno del otro, prevaleciendo así la rivalidad y las diferencias entre seres que tienen que ser complementarios.
Ante una crisis que ha amenazado históricamente la relación hombre-mujer, surgió la necesidad de traer a escena un tercer sujeto que sirviera de mediador entre ambas partes en conflicto, y que además hiciera ver a uno y a otro, cómo piensa, siente y vive cada quien.
Entonces, con su inmensa sabiduría, la naturaleza -o Dios, para quienes prefieran- decidió crear un hombre con una extraordinaria sensibilidad femenina, y una mujer con una, no menos, extraordinaria sensibilidad masculina.
En consecuencia, es menester del hombre homosexual enseñarles a sus pares heterosexuales cómo sienten, piensan y actúan las mujeres, en tanto la mujer homosexual, guía a sus pares, en la manera cómo sienten, piensan y actúan los hombres, a fin de ir allanando el camino que permita sanar la relación hombre-mujer.

Y, en la medida que la misión de vida se vaya cumpliendo, hombres y mujeres -mal denominados homosexuales- podrán compartir sin limitaciones ni incomodidades con sus respectivas contra-partes.

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